jueves, 26 de julio de 2012

Callejeando en Buenos Aires


“Callejear es un arte. Es la gastronomía del ojo”. Decía Balzac. Frase grande. ¿Cuántos caminan la ciudad con conciencia de la empresa? Muchos, ni siquiera, llegamos a sospechar la aventura. 

(Boulevard, Leonardo Padrón)


Así comenzó mi llegada a Buenos Aires, 12:00pm caminando por la avenida Independencia de San Telmo con Maya y Pablo, buscando un sitio para tomarnos algo y de esta manera brindar por mi tan anhelada visita a la Argentina.



Desde hace muchos años había querido ir. Quizás desde mi adolescencia, donde acostada en la grama en casa de Mafer en San Isidro – Valera compartía momentos, seguramente con un whisky en la mano y escuchábamos a Fito, Spinetta, Charlie, Soda y todos los grandes del rock. Música que me ha acompañado desde que empecé a elegir mis propios discos, alternándose con la española.

¿Qué cómo me imaginaba Argentina? Pues… cercana, divertida, acogedora, llena de gente bella, algo “italianoide” (como yo), con comidas ricas y por supuesto con tremendos vinos, que desde Venezuela me acercan siempre a sus profundidades.

Continuamos caminando, y me sorprendía ver a tanta gente durmiendo en las aceras, indigentes posiblemente muriendo de hambre y frío, distrayendo su desventura a punta de sueño.

Paredes pintadas con grafitti, edificios que recuerdan a Europa, ascensores con doble reja. Sin embargo, también vi calles llenas de basura, baldosas sueltas y caca de perro. Una lástima la verdad, con lo importante que es caminar con la frente en alto, en esas calles se hace difícil la tarea.

A pesar de estos detalles, fui absolutamente feliz. La emoción de poder caminar sintiéndome segura a las 2am con frío, acompañada solo con #mimisma y con la Maya, no tiene precio.

Estuve apenas tres días, caminando y caminando. Comiéndome la ciudad con los ojos. Disfrutando como espectadora las caras y gestos, las protestas, las nubes locas del cielo, las vitrinas con ropas divertidas, restaurantes, enotecas, bares y plazas.

Uno de esos días, sentadas en Aldos, mirando al espejo, vi que detrás de mi hacia acto de presencia el querido enólogo Marcelo Pelleritti; casualidad que hizo que mi corazón latiera fuerte y emocionado. Lo conocía por fotos y referencia, sabía que era un gran ser humano; lo primero que pensé fue en la buena fortuna que tengo de conocer gente tan hermosa en esta existencia. Se acerco, nos saludo y bondadosamente nos convidó a que degustáramos un par de hijos que tiene en Pomerol: Le Gay y Montviel 2010, ambos con aromas amalgamados que parecían perfumes seductores ante mi nariz. También nos presento a la señora Catherine Péré-Vergé dueña de las bodegas. Ella me recordó a Macu, una gran amiga de mi familia que murió hace años, era encantadora, medio hippie, culta, burlona y un poco “bittersweet”.

Continuamos caminando, tomamos el Subte, autobuses, taxis y remises. Descubrí que en ningún sitio que visite saben cremar la leche perfecta para el café con leche; en todos lados la queman, la hierven prácticamente. Entonces, pensé en los baristas de la pastelería St Honore acá en Caracas y honestamente serian un hit tener un par de ellos en esas tierras. Comentábamos Maya y yo que es un arte cremar la leche en las maquinas de café, ambas trabajamos en restaurantes y conocemos bien el punto exacto, el color, el aroma y sobre todo el sonido que sale de la jarra de metal, es algo como un torbellino grave y denso. La leche nunca debe hervir, si algún barista argentino lee este post, que coja dato!.

Seguimos caminando, el cielo siempre azul con un sol radiante y pensaba en una de mis palabras favoritas: Heliofania (ausencia de nubes en el cielo). La primera vez que la leí, fue exactamente en un texto, que describía el por qué Argentina tenia la perfecta insolación, favoreciendo el desarrollo del color y los aromas del vino, además protege a las vides de algunas enfermedades. Miraba al cielo con los ojos y con el corazón al mismo tiempo… Las ciudades deben sentir cuanto las amamos.

Mi cumpleaños número 31 los celebre desde la noche anterior. Fuimos al Perón Perón del querido Gonzalo, cocinero por convicción y sazón. Amigos de mis amigos celebraron mi llegada, mi presencia y desearon genuinamente que fuese feliz. Si todos pudiesen hacerlo, estamos de acuerdo, que este mundo sería mejor. Me sentí en casa comiendo unas lentejas calentitas hechas con mucho cariño, escuchando de fondo la voz y la guitarra del dúo de Blues que se presentaba en vivo esa noche.

El 12 de julio, seguimos caminando, callejeando. En la noche nos reunimos en casa de Maya para celebrar nuevamente mi cumple. Los invitados esta vez, también fueron amigos de mis amigos, vecinos recién conocidos y lo mejor de todo es que me reencontré con mi querida y apasionada Natalia Beneitez. Entre pizzas y pidacas improvisadas, botellas convidadas por los presentes, disfrutamos de una velada (literalmente solo velas alumbraban), estupenda. Risas, recuerdos, vinos y buenos deseos corrían libremente por la pequeña sala de Maya y Pablo, bajo la mirada intensa y gatuna de Cot, dueña real de la casa.

Y así pasaron mis intensos 3 días en Buenos Aires, caminando, celebrando, conociendo, callejeando, y comiéndome la ciudad entre amigos, vinos, sorpresas, certezas y mucho amor… Con el corazón en la boca precediendo mi vuelo a Mendoza. 

Acá estoy en Caracas… con ganas de callejearla también. 

















miércoles, 6 de junio de 2012

Nino Contessi... mi amado.




Muchas veces la gente se pregunta porque, los que estamos en este mundo del vino, terminamos acá. Esa pregunta me la hice yo misma hace algunos años. Así que, hurgando en mis recuerdos de niña, resulta que estuvo presente, en celebraciones, alegrías y tristezas, noches especiales y no tanto... siempre de la mano del mejor padre que tuve, mi queridísimo abuelo Nino Contessi, mi nonnino, quien hizo de mi infancia una vida llena de amor, de chocolates escondidos, de placeres gastronómicos, de respeto por las comidas y las tradiciones entorno a la mesa.

El, ferviente amante de la gastronomía, como buen italiano, mando a construir una pequeña bodega debajo de nuestro estacionamiento, un lugar con la temperatura ideal para guardar sus botellas, de vino, whisky y cognac. Trabajo arduamente para que sus 7 hijos y todos los nietos siempre tuviésemos lo mejor, y al llegar a casa, sin saltarse un día, se servia una copa, de lo que quisiera ese momento, supongo que para celebrar lo afortunado que era de tener esta familia tan hermosa. Sus regalos cada semana a mi nonna eran flores, bolsas llenas de rugula y lechuga fresca, entre otros muchos ingredientes. Su aroma era una mezcla entre cilantro, sottobosque, tabaco y un perfume que lo mantenía siempre fresco e impoluto. 

Recuerdo su sonrisa de medio lado y su manera elegantísima de sentarse, siempre con su cigarrillo inevitable. Frecuentemente íbamos a restaurantes, le encantaba la buena comida. Era inteligente, encantador, carismático, con su forma tranquila de hablar era difícil revelar sus emociones. Sin embargo, siempre fui su predilecta y yo su fan numero uno. Podíamos pasar horas juntos, yo acurrucada en sus brazos, olfateandolo siempre. Recuerdo que mi cumpleaños numero 12, me sentía mal, así que mientras mis amigos disfrutaban la fiesta en el patio de la casa, yo estaba feliz y tranquila viendo futbol en los brazos de mi amado nonno. 

De sus vinos favoritos, siempre hablaba de un tal Est Est Est... muchos años despues, buscando en internet encontré la historia de este vino: 

"Vino blanco con matices amarillentos con 11˚ G.L. se produce en Montefiascone, con uvas trebbiano, toscabo y malvasia bianca. Su nombre se debe a que en el año 1111 el obispo Fugger, un clérigo conocedor y amante del vino solicitó a uno de sus criados fuera preparándole acomodo en las sucesivas etapas de su próximo viaje a Roma. 

Para que Monseñor no perdiera el tiempo en paradas inútiles, se convino que el adelantado escribiera sobre la puerta de las bodegas visitadas...

Sí este solía decir, est o no est, según que le vino mereciese o no que él parase.
  
Cuando el criado llegó a Montefiascone le pareció pobre la recomendación ante la excelente calidad del vino que ahí probó, y para que su patrón no dejara de probar ese néctar maravilloso, escribió Est, Est, Est. 
Cuentan que el Obispo nunca llegó a Roma, se quedó a vivir y beber hasta su muerte."
Mi nonno murió cuando yo tenia 14 anos, todavía puedo sentir su aroma, su tono de voz, que a pesar de tener años en Venezuela, todavía podia sentirse su  atractivo acento de italiano. Ese poco tiempo basto para que yo amase el placer de comer, de los vinos y las bebidas, de los ingredientes frescos... así que cuando tuve edad suficiente para decidir que curso tomaría mi vida, decidí ser hotelera y sommelier... entendí que esta profesión seria mi Est Est Est.
Mi nonno no estaba equivocado, como siempre, tenia razón.  

Sante!!


Chateau Magnol

Chateau Magnol
último dia...

el vino... la mejor compañia

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un poco de humor "vino-político"...

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"la vida es muy corta para beber mal vino"

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