miércoles, 8 de septiembre de 2010

Hoy amanecí con ganas de estar en Italia...

Hoy a las 5am, los gatos comenzaron antes que yo la faena (como todas las mañanas). Por lo general, pongo uno de los cojines en mi cabeza y sigo durmiendo. Sin embargo, hoy el frío y el cantar de los pájaros hicieron que cambiara de parecer. Me levante y ya estaba saliendo el sol; lo primero que hice fue montar un cafecito en la “grecca” y salir a la terraza a respirar aire puro. En ese momento sentí como si viajara en el tiempo y me trasportara a Italia. Pudo haber sido a Florencia. Yo vivía en el último piso de un edificio en L´Isolotto, con una gran terraza, donde a finales de verano tome sol hasta ponerme color zanahoria (a la italiana); luego al llegar otoño, disfrutaba del cielo estrellado como un lapislázuli. También pude haberme trasportado a Muro Lucano, un pequeño pueblo cerca de Potenza, donde estuve una semana maravillosa. De este pueblo recuerdo que el frío me golpeaba la piel y al respirar y sentía como si inspirara hielo. También recuerdo que comí cantidades enormes de pan viejo que luego se humedecía con agua y se le agregaba tomate picadito, albahaca, sal-pimienta y aceite de oliva…ummmmm…


En fin… el caso es que estoy en Caracas, pero aprovechando que todavía siento un poco de frío quise escribirles sobre los vinos de otoño.

Cuando llega el otoño, caen las flores y cambia también nuestra predisposición enológica. Aumenta nuestro apetito, que seguramente había sido mitigado por el sol inclemente del verano. Y ya esto significa bastante: los jugos gástricos afilan las armas y nos ayudan mucho más en nuestra digestión. No existe una mejor estación para sentarse en la mesa, ya que es el momento donde nuestra sensibilidad por la comida en más aguda. En el aire se puede sentir el olor a humedad y a bosque mojado, nacen los hogos y tartufos, en la cocina cunden las peperonatas y embutidos. Debemos entonces encontrar los vinos que estén a la altura de estos placeres.

Aquí es donde comienza nuestro “girovagare” por la Italia, en la búsqueda de los vinos de otoño; que al final son, digámoslo rápidamente, los mas autoritarios y notables de las cantinas o bodegas, los vinos más severos… bebidos con mucho respeto en pequeños sorbos.

Comenzando con el Barolo, no es suficiente liquidarlo en dos palabras... el perfume de violeta, su color ´ambarino´, la poderosa fuerza, el calor que libera… no se trata de un vino cualquiera. De hecho, es un rey, un monarca absoluto. Para conocerlo bien se debe visitar las colinas “delle Langhe”. De la uva Nebiolo no solamente nació un único hijo: están también el Barbaresco, Gattinara, Carema y el Ghemme, hermanos todos del Barolo, pero ellos están regados por las demás colinas del Piemonte… siendo los príncipes de la comarca. El mérito del Barolo es simplemente ser -absolutamente- el mejor.

En el Veneto, hay tres uvas que hicieron un pacto de amistad, como los tres mosqueteros y son: Merlot, Cabernet y Pinot Nero. No son los típicos vinos belicosos, todo lo contrario, son vinos tranquilos. En boca dejan el rastro de deliciosas hierbas y flores. De los tres, el Merlot es el más accesible, aquel que se hace mas amigo de los bebedores y sirve de aperitivo en casi todas las “osterie” del Trentino-Alto Adige. El Cabernet, con su característica de la “nobleza” mantiene su distancia, bien sea con el Merlot o el Pinot Nero, con toda razón además… su clase es superior y no es un vino para beber todos los días. El Pinot Nero, originario de Borgoña, se ha aclimatado perfectamente y en ocasiones -según los conocedores- repite ciertos acentos de un Pommard o un Beaune.

Uva Aglianico
Hay una frase que me encantó apenas la leí, y dice: “Che Barolo quell´Aglianico”; haciendo referencia de esta gran uva, que se cosecha en las faldas de un volcán apagado, en Basilicata a 1.300  msnm, Potenza. Sobre lavas milenarias mezcladas con la tierra, fueron plantadas las vides del Aglianico, uva de origen griego. Este vino, conjuntamente con el Taurasi de Avellino, es una de las gemas más raras de la enología italiana. Definitivamente hay que ir al lugar de origen para entenderlo… a veces no se puede entender un vino mirándolo solamente a través de la botella… las personas no se conocen solo al verles la cédula, así mismo pasa con el vino. Siguiendo con el Aglianico, se cultiva en un ambiente primitivo, hasta hace poco las vides se sembraban por aquí y por allá, entre arboles de manera dispersa, donde se esconde un vino realmente maravilloso. El verdadero “Aglianico del Vulture” es una cosa que está entre el reino de los cielos y el reino vegetal; cargado de sabores y de perfumes indefinibles, un vino capaz de tal metamorfosis que a los 10 años de edad es realmente irreconocible, parece sumirse en la gloria cuando otros vinos coetáneos están ya decrépitos.

Ya mucho más abajo, en Sicilia, el Etna no se ha dormido jamás… como un león, cada cierto tiempo se despierta y ruge, de esta manera nos hace saber que es él quien manda. La vides de la zona, valerosas permaneces en sus faldas, a sabiendas que son protegidas por este rey. Sobre las colinas de piedra de fusil, negra como el carbón, se han logrado plantar miles de vides, que perforan las costras de lava volcánica con sus raíces, (con la fuerza de un martillo neumático) para encontrar alimentos y nutrientes necesarios. Esto da origen a un vino tinto muy especial, tan especial que fue en una época trasportado clandestinamente al resto de Italia, como si fuese un metal precioso para la nobleza de otras regiones.

La verdad es que hablar de los vinos de Italia sería interminable… y bueno mi intención no es aburrirlos, sino dejarles ese sabor, esa sensación de otoño, de aromas con tonalidades ocre, chocolate y naranja… Anímense hoy a recorrer Italia, a arroparse con un gran vino, ustedes escojan la etiqueta, algo de pan recién horneado, quesos y embutidos, mermeladas, antipastos, pastas, salsas y sobre todo buena compañía. Santé.

Lala
En Brescia con mi prima Enrica (Kika), disfrutando de un almuerzo delicioso en el 2007


3 comentarios:

  1. La descripción que haces de la comida, otoño y el Barolo, aparte de "ponerme los dientes largos", como dicen aquí, me recordó a una artista holandesa que conocí en Caracas, que me decía que allí no se podía escuchar ópera porque hacía mucho calor, y lo suyo en la ópera es ir bien ataviada con abrigo, jajaja!!, ni siquiera me dejaba tararear una melodía de Mozart, cuando la escuchábamos: "la música no se tararea", me decía con su acento neerlandés de casi noventa años. Pues así debe de ser con algunos vinos y algunas comidas: hasta que no venga el fresquito, no se ponen sabrosos.
    Gracias por el post.
    Saludos!
    JC

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  2. Querido Chirinos!!! gracias a ti por comentar el post. La verdad es que en los últimos días aqui en Caracas, ha habido un tremendo calor y lo que provoca son birras o espumantes. Hoy me sentí muy afortunada de poder recordar tan vívidamente a mi Italia añorada. Un abrazote. Lala

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  3. ¡Qué clase de paseo! ¡Atravesé Italia en un par de pàrrafos!

    ¡Salud y gracias por compartir!

    j

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